Este es el título de una gran película que, por su extraordinario mensaje, nunca me cansaré de verla, dirigida por un magnífico Frank Capra y la inigualable interpretación de James Stewart, en la que un senador honrado propone un proyecto de ley para realizar un campamento para niños sin saber que en el mismo lugar, suelo rústico y si calificar, un gran capitalista quería construir una presa con fines especulativos.
El valiente senador, “ Caballero sin Espada “, logra poner al descubierto la trama de corrupción política y gubernamental en la que gran parte de senadores apoyaban al capitalista, así como estamentos, empresarios, periódicos y otros estómagos agradecidos. Una vez más prevalecía el interés privado y especulador sobre el interés público. Un mensaje muy apropiado con los tiempos que corren.
En los diferentes Debates que a diario contemplamos en la mayoría de Medios de Comunicación, no han faltado ponentes muy cualificados de la judicatura y la política nacional que han pormenorizado los supuestos casos de prostitución política, hoy tan de moda, que constituye la similitud con la corrupción, que reside en el fin de la acción. La corrupción política se construye extramuros y no conlleva, en muchos casos, un beneficio personal. Son los partidos, las empresas o particulares los que se benefician de ella.
Ejercer la prostitución política, en cambio, trae consigo convertirse en mercancía. Ofertarse y ser deseado, su práctica no ataca la credibilidad de instituciones y organismos donde se desarrolla. La voz del diccionario de uso del español de María Moliner la concibe como un empleo deshonroso de cargo o autoridad; por ejemplo, obteniendo provecho ilícito de ellos o sirviendo intereses mezquinos.
La prostitución política no está exenta de reglas que posee su par, la prostitución sexual. Es ante todo, un acto de compra-venta sometido a la lógica del mercado. Su referente es la seducción y la libido. Solo que en este caso, el deseo no se activa con el uso de ligueros, faldas cortas y lencería fina.
Para prostituirse políticamente hay que mostrarse cínico, falto de ética, mentiroso, victimista y desde luego no tener escrúpulos. Una vez prostituidos no descansan nunca. Renuncian a su propia dignidad y a la de sus representados a cambio de efímeros momentos de gloria.
En este despropósito y sin ningún rubor algunos han decidido despojarse de las reticencias morales que aún guardaban y nos muestran su desnudez sin ambages. Determinados comportamientos, que todos sabemos, nos hacen pensar que estamos asistiendo al alumbramiento de una trama corrupta donde la honradez se volatiliza en favor de los amos.
En esta sociedad donde prima la economía de mercado, el ejercicio profesional de prostitutas y prostitutos no puede considerarse un acto reprochable. La prostitución política la podemos identificar como una práctica hipócrita. Es una doble moral alejada de los principios éticos. Y lo que es peor, al que “ pillan “, es capaz de negar hasta su apellido. Unido a un increíble corporativismo que en lugar de despreciar al corrupto, encima, se le aplaude. A nadie, los políticos, le interesa asumir su responsabilidad política, escudándose en la presunta responsabilidad penal. ¡ Qué poca vergüenza ¡.
De ahí, que muchos proclamen, que un sistema electoral y unas elecciones no son una garantía de aprobar el examen sobre el estado de salud democrática y ser capaz de llevar a los poderes públicos líderes honestos y responsables.
En definitiva, para que la vida política fuera transparente y honrada y más cercana al ciudadano, habría que combatir sin reservas la prostitución política. Solamente nos haría falta, como en la película de James Stewart, la responsabilidad del Senado y la honradez del “ Caballero sin Espada “.
lunes, 31 de mayo de 2010
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