jueves, 21 de enero de 2010

EL PELIGRO DE LA RELAJACIÓN

Muy comprobado queda que Orihuela fue una activa ciudad económica y cultural en el siglo XV y está por saber, lógicamente, si en un futuro próximo podrá tener esas características de grandeza. En aquel siglo esplendoroso hubo una intensa actividad económica y social. Baste decir que a principios de los años 1.500 existía en Orihuela una población de 5.200 habitantes alcanzando en 1.590 la extraordinaria cifra de 12.00 habitantes.

Este imparable aumento demográfico permitió la expansión de los Arrabales de San Juan, San Agustín, San Jaime y el Raval Roig( hoy, Rabaloche ), que para atender tan fuerte demanda urbanística, propició una considerable producción de yesos instalándose varias plantas, con el consiguiente beneficio para el sector industrial y comercial.

En este siglo XVI, siglo del Renacimiento, llevó a las reformas de La Catedral, Iglesias de Santas Justa y Rufina y Santiago Apóstol, la erección del Colegio de Predicadores de Santo Domingo. Contó con la influyente presencia de figuras como la de Fernando de Loazes, su " Tractatus ", pieza importante dentro del esfuerzo de la Corte Imperial de Carlos I. Destacando su gran mecenazgo por el Colegio de Santo Domingo, Antigua Universidad Literaria, que jugó un papel magnífico como foro de cultura.

Asimismo, hubo una intensa actividad artesanal que propició un patrimonio artístico y cultural de incalculable valor. Ciertamente, aquel siglo consiguió con su gran esplendor que Orihuela rentabilizara al máximo sus propios recursos. Pero aquellos esplendores se vinieron abajo con el tiempo por una serie de extraños factores que fueron empobreciendo a Orihuela.

Se produjo una fuerte presión fiscal, se registró un gran absentismo de los poderosos y, sobre todo, la falta de trabajo que llevó a una importante fuga de riqueza y de hombres, constituyendo una auténtica sangría en todos los órdenes que, durante mucho tiempo, fue pesando como una losa sobre nuestro territorio. Habría que preguntarse si en la Orihuela actual del siglo XXI está ocurriendo lo mismo.

Queda claro, que siempre hay recordar la historia por lo que tiene de enseñanza positiva para las personas y para los pueblos. Hace algún tiempo ya iniciamos el siglo XXI que significa una privilegiada atalaya para mirar hacia atrás. Pero también, como estímulo, para echar la vista sobre el futuro con renovadas ilusiones y encarar el día a día con optimismo, aún a sabiendas de que vivimos con la lacra de una sociedad en continuo enfrentamiento, con un descontento y desconcierto generalizado y con enormes vacíos humanos.

Decía el eminente profesor de Filosofía, Luis Cruz que " el hombre es un ser que se mueve racionalmente por sus intereses. Cuando ese hombre entra en contacto con otros hombres surge el enfrentamiento, por lo que procurarán que sus decisiones sean aceptadas por consentimiento común, como norma de lo bueno y de lo malo, garantizando el bien de los demás . Esta racionalidad es, en definitiva, la que regula en las sociedades modernas ".

Por esas y otras razones, deberíamos evitar caer en el peligro de la relajación.

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