viernes, 2 de mayo de 2008

AQUÍ PAZ Y DESPUÉS GLORIA

Este titular podría ser la definición más exacta de lo acontecido en la Asamblea Anual de la Real Archicofradía de El Lavatorio, celebrada recientemente ante la inusual presencia de más de cien personas. Una Asamblea que, para mí, había despertado una exagerada expectación. Aunque, también, entiendo que la desorbitada dimensión que alcanzó el acuerdo de la Junta Directiva de expulsar al cofrade Mariano Torres Botella, hizo un efecto llamada a cofrades que llevaban años sin acudir.

Asimismo, una Asamblea un tanto polémica y fea, impropia. No es mi intención entrar a describir lo que allí pasó. Algunas cosas me desagradaron, pero sí, recomendar a quien corresponda que se tome buena nota de las muchas cosas que se dijeron y, sobre todo, quiero decir, por el derecho que me da ser cofrade de El Lavatorio, que la Cofradía nunca debería ser campo de batalla de desavenencias y criterios encontrados de tipo personal.

Son incalculables los efectos encadenados que se derivan de las animadversiones extremas que se detectan por doquier, aunque la consecuencia más evidente es un clima de crispación, sobre todo, entre personas " amigas de toda la vida ", que pueden hacerse irrespirable. Uno se pregunta si quienes tienen esa actitud son conscientes del daño que se produce y qué pasaría si las cosas se volvieran en su contra, lo que puede pasar probablemente, una vez puesta en marcha la maquinaria de la guerra.

Se impone recordar el viejo lema liberal de " vivir y dejar vivir " como una propuesta real y elegante. Es mucho más sano andar por la vida con la convicción de que nadie está en posesión de la verdad absoluta, sino que cada cual la busca a su manera, aunque no estemos de acuerdo con ella y dejar de lado los enconamientos que a veces nos tientan con catalogar como enemigos a quienes no piensan ni actúan como nosotros.

De todas maneras, hay que felicitarse por el buen entendimiento, previo a la Asamblea, de la Junta Directiva y el cofrade Mariano Torres para anular su expulsión. Cosa esperada por muchos cofrades que consideraban que el procedimiento, entre otras cosas, no habría sido el más adecuado, ni por el fondo ni por la forma. No cabe duda, que el entendimiento y las disculpas tienen mucho poder. Resuelven conflictos sin recurrir a otras instancias, arreglan disputas y permiten reconocer interpretaciones que, finalmente no conducen a nada.

Nos cabe confiar en que se continúe trabajando en ese proyecto común que es nuestra Cofradía de El Lavatorio, aunque a la vista de los acontecimientos necesita un reciclaje, que obliga al Presidente Ramón Hernández Abadía, a concitar el consenso, el equilibrio y la defensa de las singularidades, como durante tantísimos años lo ha venido haciendo, sin olvidar que es el presidente de todos.

Por lo demás, decir lo que Carlos Dossi afirmó: " No se llega a ninguna parte si no se tiene el valor de ignorar una infinida de cosas inútiles ". Un sabio consejo para que nosotros los cofrades de El Lavatorio sigamos siempre adelante, almacenando sueños, viviendo el presente y como dijo una costalera de la Vírgen de la Esperanza en la Asamblea: sin perder la fe.

Así pues, aquí paz y después gloria

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