miércoles, 30 de julio de 2008

ES VERANO

Todavía sobre el escritorio alguna reminiscencia sobre las fiestas de Moros y Cristianos y, concretamente, un comentario de un Almohabeno anónimo sobre mi último artículo " FIN DE FIESTAS ", en el que me hacía saber el lapsus que tuve al no reseñar la feliz iniciativa de la Comparsa Moros Almohábenos sobre la integración una filada especial de personas con cierto grado de discapacidad, que vive con gran entusiasmo la Fiesta.

Sr.Almohábeno, lleva usted toda la razón y no sabe lo que siento semejante olvido, cuando me consta el esfuerzo de su Comparsa en actividades de este tipo y a las que desde otros foros siempre le he prestado toda mi atención, por significar un acto de solidaridad y un ejemplo a seguir. Mis disulpas y mi reconcimiento a tan importante labor.

Dicho esto, aunque estemos de vacaciones y, de siempre, esta época estival es nefasta para los que con asiduidad nos asomamos a la opinión pública, por escasez de noticias, en esta ocasión viene fuerte. Pasada la calentura de los últimos plenos municipales, el gravísimo problema que está ocasionando la crisis económica, perdón, desaceleración, el soterramiento de las vías del ferrocarril, la nueva aventura del Orihuela, logo hernandiano incluído. La
posible creación de miles de puestos de trabajo en la costa oriolana y, sobre todo, el expediente de Interés Turístico Internacional de nuestra Semana Santa. Otros de " chicha a la greña " del equipo de gobierno municipal y los de la oposición.

En estos momentos de fuerte calor prefiero pensar en otras cosas. Cuando llega el calor los chicos se enamoran. Es la canción de todos los veranos. Estoy de vacaciones como tanta gente. Contento a ratos y como tanta gente, en ocasiones, hasta el gorro. Pero esto es así. Nos cuesta entender que se puede disfrutar en cualquier otro mes del año. A nosotros nos gustan los mogollones, los atascos kilométricos, desplazarnos a las Playas de Orihuela por la carretera 332, el riesgo del carné por puntos, la siesta, sudar y pagar el gusto y la gana hasta por cualquier refresco.

El ruido insoportable a cualquier hora del día y de la noche. El esparcimiento de basuras en muchas calles, mala educación del ciudadano, también. Precios abusivos, los más altos del Mediterráneo. Y un montón de " delicias " que para qué contar. Claro, que todo ello forma parte de la " tradición " y hasta del propio masoquismo. No, no está siendo apático este verano. ¡ Ah !, y como no meter en este gazpacho de verano la " guerra de las sombrillas ", en la que el abuelete de turno a las siete de la mañana ya ha plasmado la de su familia y la del amigo o vecino, a veces, hasta en la misma orilla del mar.

Y como muestra, solamente, comprobar el desastre medioambiental, el hacinamiento callejero, colas para todo, una convivencia estresante, donde automovilistas y motoristas andan a sus anchas a pesar de las multas que la policía local impone por doquier, y con los nervios a flor de piel que se da en este otrora bellísimo y encantador pueblo costero, permítanme la omisión del nombre por aquello del marketing, al que acudo anualmente desde mi niñez.

Algunos recurren a aquello de las " tres pes ", playa, paseo y pipas. Realmente, un mal asunto. Mucha gente está cambiando sus costumbres de manera acorde con su ya más que ajustado presupuesto. Y para muchos el verano, de forma infranqueable, pasa por acortar fechas y hasta quedarse en su propia ciudad.
Quizá se deba a esta crisis galopante que nos invade, el cambio de concepto de las vacaciones en sí mismo.

Hubo un tiempo en que la temporada veraniega era sinónimo de vacaciones. En nuestra zona para muchas familias eran tres meses de vacaciones, la desaparecida época de los " Rodríguez ". Hoy ya no es así para todos. A este concepto le podemos añadir la fuerte caída del " ladrillo" que afecta a tantas personas y, posiblemente, sea el reflejo de tanta gente que se ha quedado en Orihuela.

De todas formas, no hay que preocuparse, siempre nos quedará un buen helado en " El Manolé " o una estupenda empanada en " El Diego " y, por supuesto, un paseo nocturno por la Glorieta o los Andenes.

Ciertamente, como en la casa de uno, en ninguna parte.

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